martes, 23 de agosto de 2011

Erika


La conversación se me hizo insufrible. Mi hermana y su amiga hablaban sobre cosas místicas, como siempre. Solía huir cuando el tema salía a la luz, porque una vez que empezaban, no había tregua. Pero ese día simplemente me quedé sentada en el sofá con la mente en blanco. A veces oía frases sueltas, pero empecé a prestar atención a lo que hablaban.
-          Dicen que un guerrero murió el día que despellejó a un gato negro- comentó mi hermana.
-          Los gatos tienen mucha energía, son los protectores y consejeros, pero también traen los peores augurios… - comentó su amiga, dándole énfasis a las últimas palabras. Era una chica rara, vestida siempre con ropas oscuras y varios “talismanes”  colgados al cuello. Al menos así los llamaba ella. Hizo una pequeña pausa y continuó hablando. - Cuando se cruza un gato negro, no significa mala suerte como la gente cree, sino que debes volver atrás para evitar una desgracia, pero nadie lo hace… también hay otro tipo de augurios, como cuando arañan el suelo, o arañan la puerta
-          ¿No significa lo mismo?
-          No,- contestó la extraña adolescente- cuando un gato araña el suelo significa que tus enemigos están al acecho; en cambio, si araña la puerta, significa que en pocas horas morirás sin remedio, sin escapatoria. Aunque a veces yo puedo echar una mano, si me avisan a tiempo.
Entonces no pude más y rompí a reír, no quería escuchar más tonterías. Me burlé de ellas y les dije que cuando fueran adultas dejarían esas conversaciones absurdas y hablarían de cosas interesantes, y me fui.
Pude haberme quedado, pero no lo hice. Preferí sentir la brisa nocturna en mi pelo, andar sobre el asfalto y ver a los gatos callejeros, en vez de hablar de los que tienen cosas que advertirnos. Pero lo que sentí y lo que vi, no fue eso.  ¿Quién imaginaría que el lento movimiento del pomo de la puerta supondría un giro del destino?
Bajé el escalón y cerré la puerta. Di media vuelta, pero el mundo pareció girar más rápido que yo. Mientras me sentaba en el escalón con las fuerzas abandonándome, las líneas se difuminaron, los colores se fundieron, las luces se apagaron. Poco a poco pude distinguir lo que veía... y me aterró. No había sido un simple mareo; estaba en una habitación, una gran habitación negra que carecía de puerta. Pensé que tenía que haber una salida, tal vez las paredes estuviesen empapeladas. Cuando mis dedos rozaron la pared, se expandieron ondas similares a las que se provocan en el agua. ¿La pared estaba hecha de agua?,  agua negra...  Empecé a agobiarme y a andar hacia atrás, hasta que de alguna manera caí. No había suelo, sino más de esa agua negra. Tuve una sensación extraña; ese líquido me hacía arrepentirme de algo. ¿Pero de qué?  Pensé que tenía que ser un sueño, debía de serlo, porque si no lo fuese pronto me cansaría de nadar y me ahogaría. ¿Iba a morir allí? ¿Habría algo tras aquellas paredes? No perdía nada por intentarlo. Así que cogí aire y me dispuse a intentar atravesarlas.
Respiré hondo y me sumergí en el agua. Mis ojos no podían ver nada en ese extraño líquido, por lo que no me quedó más remedio que seguir mi instinto. Y nadé hacia delante, siempre en línea recta.  Varios segundos después me di cuenta de que el agua era mucho más densa y me costaba atravesarla. Supuse que había  llegado a una de las paredes, pero ya había llegado a mi límite, ya no podía más.  No conseguí atravesar la pared completamente, sólo la mitad de mi cuerpo. Me quedé sin aire, pero una mano tiró de mí mientras estaba inconsciente… O eso es lo que creo que pasó. En ese momento me vino a la mente la frase de aquella niña que tan extraña me parecía “aunque a veces yo pueda echar una mano”. Sonreí,  ella no podía estar en este sitio, no era esta su mano. Estoy empezando a pensar como ellas… Cuando desperté estaba en una habitación exactamente igual a la anterior, pero dudaba de que fuera la misma porque el suelo era sólido. Aunque pensándolo bien, antes había cambiado de estado por arte de magia y se había vuelto líquido. La impotencia desgarró mi alma materializándose en llanto. Me cubrí el rostro con las manos mientras lloraba. Estaba confundida.  ¿Qué está pasando? No puede ser… tiene que ser un sueño. Tiene que serlo pero… es tan real… No recuerdo haberme dormido, ni siquiera estaba cansada. ¿Qué es lo que pasa?  ¡Sé que no estoy soñando! Oí pasos y dirigí la mirada hacia donde creí haberlos oído. En la oscuridad de la habitación negra pude distinguir la silueta de un gato negro que caminaba lentamente hacia mí, mirándome a los ojos. Pero no era un gato corriente; me miraba como si tuviese uso de razón, como si tras su mirada estuviese contenida  más sabiduría de la que cualquier humano común pudiese tener jamás. Cada vez que posaba una de sus patas sobre el suelo provocaba ondas.  Escuché un intenso pitido, como el que se oye  cuando se dice que alguien está hablando de ti, pero la intensidad era mucho más fuerte, tanto que dolía. Grité y me tapé los oídos con las manos, mientras cerraba los ojos, perdiendo de vista al felino. El ruido se fue, pero había un sonido sordo en mi cabeza. Busqué al animal con la mirada y  no lo encontré. Debía de haber una salida, tenía que haber salido por alguna parte, debía de haber alguna puerta… pero ¿dónde? Miré a mi alrededor tratando de encontrarla, aún sin levantarme del suelo, y cuando volví a mirar al frente, ahí estaba de nuevo el gato negro.
Su voz sonó en mi cabeza… no, no era su voz… eran sus ojos, sus los  ojos me hablaban. Dicen que son el espejo del alma… Sus ojos… ¿su alma?
-          No debes estar aquí. No debes estar aquí. No debes estar aquí. ¡No debes estar aquí! ¡NO DEBES ESTAR AQUÍ!- cada vez que lo repetía lo hacía con más intensidad, como si gritase
-          Ya lo sé, ¿qué es este sitio? ¿esto es un sueño verdad?
-          ¡Vete de aquí!
-          No puedo, no sé cómo salir de aquí. ¿Dónde estoy?
-          Eso no importa. ¡No deberías haber salido de esa habitación, esta habitación pertenece a otra persona! ¡Mírala! – miré hacia la esquina izquierda, y me pareció ver la silueta de una muchacha  que miraba hacia la pared, como una niña castigada. Después de unos segundos mi vista se acostumbró a aquella oscuridad  y la reconocí. ¡Era la amiga de mi hermana!
-          ¿Qué está pasando? ¿es un sueño verdad? – y ella intentó girarse y corrió hacia mí con el brazo extendido, como si quisiera agarrarme de la mano y de repente las aguas negras la engulleron.
-          ¿Crees que es un sueño verdad? – Continuó diciendo el gato mientras yo gritaba, aterrada- Por eso pudiste cruzar… mírame. Si crees que es un sueño, busca el significado. Te vas a ir, vas a regresar.  Pero…  –empezó a rasguñar el suelo, provocaba un sonido muy desagradable- tienes que hacer algo.
-          Sólo quiero salir de aquí y volver a casa.
-          ¿Qué estoy haciendo? – ante esa pregunta no pude hacer otra cosa que reír… Estaba hablando con un gato, que me decía que me iba a dejar marchar si hacía algo, después de haber hecho desaparecer a la amiga de mi hermana. Qué patético-. ¡Contéstame!-gritó… aunque no era un grito exactamente. ¿Cómo se grita con los ojos? Contesté antes de que se enfadase aún más, sabía que no podía dejar que eso pasara.
-          Estás arañando el suelo, rasguñándolo… ¿Qué pasa con este suelo? ¿Por qué cambia de sólido a líquido?
-          Eso no importa. –rasguñó el suelo más fuerte, y empezó a gritar con la seriedad y la amenaza residiendo en sus ojos.- Busca el significado. Busca el significado. ¡Busca el significado! – y en ese momento lo recordé “cuando un gato araña el suelo significa que tus enemigos están al acecho; en cambio, si araña la puerta, significa que en pocas horas morirás sin remedio, sin escapatoria”
Y el gato negro que me hablaba a través de sus ojos, los cerró, o eso creo, porque mientras los cerraba, mis ojos se cerraron a su vez, en un acto involuntario. Sentí que el suelo dejaba de ser sólido nuevamente y me hundía en él, en cuestión de segundos. Pero no tuve miedo, no hice nada, no sentí nada. Cuando volví a abrir los ojos estaba sentada en el escalón de la calle, arañando la puerta…